lunes, 24 de septiembre de 2007

El final del día

Al principio parecía que escampaba en el norte de la ciudad. Una luz tibia empezaba a invadirlos centímetro a centímetro. Miraban afuera, pero no veían más que vidrios poblados de gotas gordas, sucias. La frazada les tapaba las narices y casi no les permitía respirar. Había que sacar la cabeza de debajo de las telas, abrir bien grande la boca y chupar el aire, que ya casi se había agotado. Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo más iba a durar la tormenta, pero parecía que escampaba al norte de la ciudad.

El mudo quiso abrir una ventanilla para recuperar algo del aire perdido y averiguar algo sobre la nueva luz. El ciego, por miedo a que entraran las gotas sulfuradas y, como antes, le quemaran buena parte de su piel y del tapizado, no se lo permitió. El mudo decidió entonces que intentaría conciliar el sueño, aunque fuera por unas pocas horas. De la mochila gris que estaba en el piso, sacó un block con unas pocas hojas en blanco y un lápiz. Escribió: “Voy a tratar de dormir. Despiérteme si pasa algo y, si no, cuando escampe”. Le extendió el papel al ciego pero no reaccionó. Recién en ese momento el mudo se dio cuenta de que cualquier intento de comunicación no acordada antes, cuando ambos hablaban y veían, era completamente inútil. Decidió entonces dormir sin avisar a nadie.

Sin saber cuánto tiempo había pasado, se despertó sobresaltado. Las gotas eran más gordas y pesadas que cuando había cerrado los ojos. La escampa había sido solamente una ilusión. El ciego estaba sentado en una posición que al mudo le pareció totalmente incómoda, con las manos extendidas hacia arriba, tocando el techo para evitar que las gotas muy pesadas lo derrumbaran. El mudo se incorporó como pudo y alzó los brazos. En seguida se dio cuenta de que, en el techo, justo arriba de su cabeza, había un agujerito, que, poco a poco, se iba haciendo más y más grande. A través del agujerito vio, a pesar de las nubes de ácido, que afuera estaba atardeciendo. Pensó en que debía decirle al ciego que el agua sulfurada les estaba empezando a carcomer el refugio, pero no se le ocurrió cómo. Entonces soltó el techo, se recostó en el asiento y se tapó hasta por arriba de la cabeza para seguir durmiendo hasta la escampa.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial ... a puro conformismo ... hay veces que es mejor que pase lo que tenga que pasar, el querer controlar todo solo lleva lentamente a la demencia.
Sentido de derrota ???
no lo creo ...

Anónimo dijo...

por lo menos asi lo veo yo-


Herno.

Ezequiel M. dijo...

Che, no sé qué es. Ni me lo pregunté. Me encantó, simplemente. Podría ser algo más largo. O no. Pero me encantó.

E.

Nini dijo...

Gracias! Yo tampoco sé bien qué es...

daj dijo...

mmm es un poco pesimista, me parece ¿vos creés que va a escampar? (o a parar de llover, dicho en aryi)

Anónimo dijo...

si me dijeran pide un deseo, yo pediria un rabo de nube