See how the run, like pigs from a gun
Por si mis habilidades para la oratoria no son suficientes, me conseguí una escopeta para la ocasión. No le voy a dar la razón a nadie sin antes haber deshecho el amor un par de miles de veces.
Con mi nueva arma, hoy disparo el sentido y no me para nadie: voy a sostener la discusión hasta que ellos se den por vencidos o hasta que, desesperanzado, vos les des la razón. Soy dura, lo sé; reconozco ser obstinada también; confieso ser perseverante (¿qué hay de malo en todo eso?). Pero hoy sí que no me para nadie. Estoy convencida de lo que quiero, y ninguna diferenzia me va a disuadir. En la diversidad está el gusto.
Más le doy vueltas al asunto y más me convenzo a mí misma: nunca me perdonaría no jalar el gatillo, jamás me perdonaría callar. Tengo tanto para decir, tantas balas de sentido para disparar. Primero conviene usar las de pintura, no vaya a ser que las palabras de plomo resulten demasiado fuertes. Ojalá no haya que dispararlas nunca. No importa a quién ni cómo disparemos primero, lo importante es que empecemos por algún lado, que no admitamos la derrota sin haber dado batalla. Eso sí: nada de subjuntivos ni gerundios. Voy a disparar imperativos y pretendo dar en el blanco. Lustro el fuselaje y de a una voy cargando las balas.
¿Cuánto apuesto entonces? Pongo todo lo que tengo. Todas mis fichas. Es lo que se llama un long shot: una de dos, o pierdo todo, meto la cabeza en una picadora de carne y me declaro vencida, o me gano el gordo de navidad, me compro una Ferrari y una estancia en el campo. Voy a por eso. ¿Quién dijo que siempre hay que jugar al hot favourite? Mi escopeta de palabras puede solucionarlo todo. No te preocupes: hoy no nos para nadie.