sábado, 17 de febrero de 2007

Ego quoque

El timbre sonó varias veces. Atendí. En seguida me di cuenta de que era él. Su voz sonaba alterada. No había pasado un día desde la última vez que nos habíamos visto.
Bajé a abrirle y subimos sin decir una palabra. Ni siquiera le pregunté por qué había venido sin avisar. Cuando entramos le pregunté si quería tomar algo. No quería. Nos sentamos muy separados en el sillón y no tuve más remedio que preguntarle si le pasaba algo, porque realmente parecía muy alterado. No le pasaba nada, dijo. Sólo quería verme un rato, charlar tranquilos. Está bien, contesté.
Por supuesto, eso de sólo charlar un poco no se lo creí. Nos quedamos callados casi por media hora. El día anterior habíamos estado juntos. Estábamos tan distintos. Él estaba distinto. Era como si hubiera pasado algo espantoso y yo no me hubiera enterado.
Rompí el silencio diciéndole que no me iba a quedar sentada al lado de él así, sin decir nada. Por qué, me preguntó. De nuevo quise saber si quería decirme algo. Algo de qué. De nada, de por qué estás así.
Mientras él hablaba fui a la cocina, puse agua para hacer té para los dos. Con limón. Sin azúcar, por favor. Lo escuchaba y no daba crédito a mis oídos. Nunca me imaginé que él podía ser tan inseguro, que podía tener tanto miedo por nosotros. Hirvió el agua. Él seguía hablando. Con las tazas en la mano, volví al living. Ahora me esperaba callado, de pie, con una mirada seria, intimidatoria. Mientras tomábamos el té bien ácido, le escupí una defensa:
-Cuando me acuses de ser protagonista de una ficción y yo te diga que no soy actriz, creéme. Cuando te engañen los sentidos y el sueño parezca tan lamentablemente real, aunque creas que es vigilia, porfiále. Sabé que no puedo pedirte perdón por tu imaginación. No, no puedo –con la cabeza hacía que sí (no sé si quería decir que sí podía o que yo tenía razón, que no podía)- Yo soy la vigilia que tenés después de tu relato. A mí sí me tenés que creer. Yo no miento. Salvo cuando te digo que yo no tengo miedo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

firmo !!!

Anónimo dijo...

Eh, Nini! Francamente me moría de ganas de leerte, había muchas expectativas de mi parte.
Bueno... no me gustó mucho el principio, me pareció que le podrías haber dado miles de vueltas de tuerca más. Los primeros párrafos me parecieron como muy chatos. Pero debo decir que me gustó mucho hacia el final. Muchísimo, te diría. "Yo soy la vigilia que tenés después de tu relato". Diez puntos.
Besos!

Ezequiel M. dijo...

Mi comentario sobre el texto es: niní, te adoro!
Escribime que me gusta, guacha.

E.

Ezequiel M. dijo...

Ah, y no sé si muy chatos los primeros parrafos pero fijate las repeticiones, salvo que sean un procedimiento, precisamente, caso en el cual, no te fijes nada... a mí me gusta el contraste sencillez-estallido al final, un recurso que te sale bastante bien.
Y bueno, ya que estoy hay que decir que, obviamente, el último parrafo es soberbio. Única palabra que lo define.
E.